Hasta los a&ntilde;os 60, ning&uacute;n hombre que se considerara elegante sal&iacute;a a la calle sin su pa&ntilde;uelo asomando del bolsillo superior de su chaqueta y ninguna persona cruzaba la puerta de su casa sin el suyo - preferentemente blanco - en su pantal&oacute;n o en su cartera. Hoy uno y otro desaparecieron.

A finales del siglo XX y tras dos mil a&ntilde;os de leales servicios, el peque&ntilde;o pedazo de tela necesariamente cuadrado -cr&eacute;ase o no, Luis XVI, rey de Francia reglament&oacute; su forma por decreto real- &nbsp;para sonarse la nariz, secarse el sudor o las l&aacute;grimas y cubrirse los orificios nasales ante olores desagradables, desapareci&oacute; de entre los accesorios imprescindibles &nbsp;&iexcl;Y nadie le dio las gracias!

Pañuelos bordados de principios del siglo XX. Passion du Blanc.

<span style="background-color: transparent; font-family: inherit; font-size: inherit; font-style: inherit; font-variant-ligatures: inherit; font-variant-caps: inherit; font-weight: inherit; letter-spacing: 0px;">Su historia es larga. Los primeros rastros del pa&ntilde;uelo se encuentran en la Antig&uuml;edad. En Egipto, la clase noble utilizaba un trozo de tela cruda perfumado, preferiblemente te&ntilde;ido de rojo, signo de opulencia, para disimular los hedores. Los griegos lo usaban para se&ntilde;alar el comienzo de los combates de gladiadores. Los romanos de la clase alta agitaban un pa&ntilde;uelo en la arena para salvar la vida de los luchadores que perd&iacute;an pero llevaban consigo m&aacute;s de uno, para diferentes usos y con diferentes nombres. En el siglo IX, las damas y los nobles de la corte japonesa llevaban hojas de papel de seda blanco en el cintur&oacute;n para limpiarse tras hacer el amor.&nbsp; En la Edad Media cuando los caballeros part&iacute;an a la batalla o participaban en torneos, las damas les entregaban un pa&ntilde;uelo que &eacute;ste ataba a la parte posterior de su casco para la buena suerte.

Todo ello muy delicado, pero no hay que olvidar que en ese entonces se com&iacute;a con las manos y se sonaba la nariz con los dedos o en las mangas. Sin embargo, estas pr&aacute;cticas b&aacute;rbaras comenzaron a provocar un certo rechazo: ya en el siglo X, un tratado italiano sobre buenas maneras afirmaba que "quien come o sirve no debe sonarse la nariz con los dedos".&nbsp; El uso del pa&ntilde;uelo se convertir&iacute;a en un hito esencial en el lento proceso de civilizaci&oacute;n de las costumbres que fue extendi&eacute;ndose entre los c&iacute;rculos aristocr&aacute;ticos de Francia, Espa&ntilde;a, Italia e Inglaterra. Al principio blancos y lisos, se volvieron cada vez m&aacute;s elaborados, con bordados de oro y plata, convertidos en elementos de coqueter&iacute;a y prestigio. El pa&ntilde;uelo era tambi&eacute;n, un objeto de seducci&oacute;n, un regalo apreciado entre amantes o una se&ntilde;al de amor clandestino.
En el siglo XVI, las princesas sol&iacute;an llevar un pa&ntilde;uelo en la mano izquierda en su retrato oficial. En Italia, el fazzoletto era un elemento importante en el ajuar nupcial y se reconoc&iacute;a la importancia de la novia por la extravagancia de sus pa&ntilde;uelos. Luego, el pa&ntilde;uelo migr&oacute; de los palacios a las iglesias y adquiri&oacute; un car&aacute;cter lit&uacute;rgico, transform&aacute;ndose en velo de c&aacute;liz, man&iacute;pulo (la tira de tela que lleva el sacerdote en el antebrazo izquierdo) o cubriendo la cabeza de las fieles.

El pa&ntilde;uelo tambi&eacute;n rend&iacute;a inumerables servicios: pod&iacute;a usarse para sujetar un brazo herido, apretar un torniquete o detener una hemorragia: &nbsp;Con &eacute;l tambi&eacute;n se pod&iacute;an hacer se&ntilde;ales de humo, envolver un picnic, cubrirse el rostro en caso de epidemia, jugar a la gallina ciega, humedecer, quitar el polvo, sacar brillo, limpiar las manos, un objeto o una frente sudorosa y hasta usar como cuerda. Alexandre Dumas relata que Luis XVI fue ejecutado con las manos atadas con un pa&ntilde;uelo, (&iexcl;qu&eacute; iron&iacute;a!) &nbsp;pues el monarca se neg&oacute; a utilizar la tosca cuerda que se impon&iacute;a habitalmente a los condenados. Hoy en d&iacute;a es imposible recurrir este servidor multitask: simplemente ya no est&aacute; all&iacute;.

Cuando, en los a&ntilde;os 30, Kleenex, fabricante de pa&ntilde;uelos de papel desechables, lanz&oacute; su eslogan "no lleves un resfr&iacute;o en el bolsillo", la omnipresencia del pa&ntilde;uelo de tela comenz&oacute; a tocar su fin. El uso del pa&ntilde;uelo de traje o pochette, exhibido delicadamente desde el bolsillo izquierdo de la chaqueta, que hab&iacute;a surgido en el siglo XIX con el auge del traje masculino, perdi&oacute; su &uacute;ltima funci&oacute;n utilitaria convirti&eacute;ndose simplemente en signo del gentleman. &nbsp;Pero finalmente tambi&eacute;n su funci&oacute;n est&eacute;tica termin&oacute; desvaneci&eacute;ndose en los a&ntilde;os 70 y 80. Sin embargo, el pa&ntilde;uelo sobrevive en una forma particular: el carr&eacute;. Lanzados por Herm&egrave;s en 1937, los lujosos cuadrados de seda estampada de 90 por 90, dieron al pa&ntilde;uelo no s&oacute;lo una nueva vida sino un status propio en el vestuario femenino.

La historia del pañuelo: Un accesorio imprescindible

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