El cabello nunca deja indiferente. Ni ahora ni hace mil a&ntilde;os. Pero lo que era considerado un peinado adecuado en el pasado hoy nos parece in-soportablemente rid&iacute;culo, mientras que los de hoy dejar&iacute;an pasmados a nuestros ancestros. Una muestra en el Museo de Arte Decorativo de Par&iacute;s analiza el innegable impacto que el delgado filamento que crece en nuestra piel, tiene en la vida cotidiana, en la moda y en la historia.

La exposici&oacute;n Des Cheveux et des Poils (Cabellos y Pelos) explora &ndash;a trav&eacute;s de fotos, films, pinturas, artefactos y accesorios- la historia del peinado a trav&eacute;s del tiempo y nuestra relaci&oacute;n con el cabello -que se exhibe con orgullo- y con el vello corporal, que averg&uuml;enza y molesta.<o:p></o:p>

<h3 style="text-align: justify;">Extravagantes peinados</h3>
En la primera parte de la muestra, una serie de retratos que se remontan al siglo XV nos ilustran como las mujeres de Occidente dejaron de lado el velo con el que cubr&iacute;an su cabeza, en favor de peinados cada vez m&aacute;s extravagantes cuya realizaci&oacute;n exig&iacute;a no s&oacute;lo una gran maestr&iacute;a, sino tambi&eacute;n una importante cantidad de accesorios, tiempo y paciencia.&nbsp;
La fantas&iacute;a capilar no ten&iacute;a l&iacute;mites. En el siglo XVI las mujeres se afeitaban la parte superior de la frente para agrandarla. A fines del XVII, el peinado Fontange, impuesto por Madame de Fontange&nbsp; -amante de Luis XIV, rey de Francia- alcanzaba una altura tan exagerada que un testigo de la &eacute;poca dec&iacute;a que con &eacute;l, el rostro de la mujer quedaba a la mitad del cuerpo. Estos peinados m&aacute;s y m&aacute;s altos, conocidos como pufs fueron sin duda la moda capilar m&aacute;s extraordinaria (y probablemente, la m&aacute;s absurda) de la historia. El siglo XIX tampoco se qued&oacute; atr&aacute;s y surgieron peinados como "la jirafa", un mont&iacute;culo a lo alto de la cabeza; &ldquo;sacacorchos&rdquo;, que exig&iacute;a varios postizos; o el "Pompadour", recogido e inflado y el gran favorito por las mujeres de la Belle &Eacute;poque.

El atroz tratamiento al que se somet&iacute;a el cabello se explica por una simple raz&oacute;n: el pelo era considerado un atributo animal, bochornoso signo de lujuria que deb&iacute;a ser domado con firmeza. A fin de dominarlo, a lo largo de los siglos, se recurri&oacute; a cantidad de elementos: tijeras, gelatinas, horquillas, vinchas, tiaras, redes, peinetas, perlas, flores, plumas, cintas y hasta hilos de hierro. Exigido, tironeado, desnaturalizado, el cabello de la mujer s&oacute;lo conoc&iacute;a la libertad en la intimidad de su habitaci&oacute;n pues una dama de buena cuna no pod&iacute;a jam&aacute;s aparecer en p&uacute;blico con su melena suelta. Un cuadro de Franz-Xaver Winterhalter de 1864, que muestra a la emperatriz Sissi en bata y con el pelo suelto, estaba estrictamente reservado para el gabinete privado de su esposo, Francisco Jos&eacute;.
Las modas tambi&eacute;n afectaban a los hombres. As&iacute;, tras los rostros lampi&ntilde;os romantizados de la Edad Media, en el Renacimiento se produjo un gran cambio con el surgimiento de la barba como s&iacute;mbolo de valor y fuerza. &nbsp;Pero el siglo m&aacute;s velludo de la historia de la moda masculina fue el XIX con el apogeo del bigote, las patillas y la barba. Una multitud de objetos -fijadores de bigote, cepillos, rizadores, cera, entre otros- expuestos en la muestra dan fe de esta man&iacute;a capilar que si bien se calm&oacute; durante gran parte del siglo pasado regres&oacute; cautelosamente con la barba de los hipsters a finales de los a&ntilde;os 90.

<h3 style="text-align: justify;">Pelucas y Alta Peluquer&iacute;a</h3>
Ya presentes en el Egipto de los faraones y en la Antigua Roma (se dice que Julio C&eacute;sar llevaba una para disimular su incipiente calvicie), la peluca alcanz&oacute; su apogeo en los siglos XVII y XVIII, pero como accesorio espec&iacute;ficamente masculino. No hab&iacute;a cortesano ni alto funcionario que osara presentarse en p&uacute;blico sin su peluca empolvada.&nbsp; En el siglo XX, la peluca platinada de Andy Warhol se convirti&oacute; en el s&iacute;mbolo del artista.
En 1945, la creaci&oacute;n de la Alta Peluquer&iacute;a (equivalente capilar de la Alta Costura), elev&oacute; la profesi&oacute;n a la categor&iacute;a de disciplina art&iacute;stica. Los nuevos inventos -secadores, aparatos para permanentes, tinturas qu&iacute;micas- contribuyeron a su desarrollo.&nbsp; Los grandes coiffeurs de los a&ntilde;os 60 y 70 -Antoine, Rosy y Maria Carita, Alexandre&ndash; se hicieron famosos peinando a princesas y celebridades. Hoy en d&iacute;a, este savoir faire se expresa sobre todo en los desfiles de las m&aacute;s prestigiosas marcas de moda. Sam McKnight, Nicolas Jurnjack y Charlie Le Mindu, creadores de peinados para top models y personalidades del espect&aacute;culo, asombran con sus delirantes creaciones, muchas de las cuales pueden verse en esta exposici&oacute;n.

Los siglos XX y XXI se caracterizan por la variedad de cortes, estilos y peinados que se pusieron de moda y desaparecieron a una velocidad jam&aacute;s antes igualada. Desde 1920 hasta ahora surgieron el corte a la gar&ccedil;onne, la permanente, el desmechado, el batido, el corte irregular, el flequillo, el ondulado, el pelo lacio, el bob, el rasta, el Rachel, el g&oacute;tico, el chucrut, el mohicano, el afro, el punk, los cabellos platinados, los tintes rojizos, los claritos, las mechas de colores, todos ellos testimonios del fren&eacute;tico ritmo de la moda capilar. Seg&uacute;n los soci&oacute;logos, el peinado en una manera de destacarse o de integrar un grupo social. Pero sin aventurarse en ese campo, simplemente basta recordar la frase de Coco Chanel: &ldquo;una mujer que se corta el pelo est&aacute; a punto de cambiar su vida&rdquo;.<o:p></o:p>
Des Cheveux et des Poils&rdquo;, Museo de Artes Decorativas, Par&iacute;s, hasta el 17/9/23<o:p></o:p>
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Des Cheveux et des Poils: El cabello en el museo

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