El artista chileno vuelve su vista al suelo, al cielo y a lo sutil con El horizonte de los pesimistas, su primera exposici&oacute;n individual en Isabel Croxatto Galer&iacute;a. Abierta hasta el 13 de julio en Santiago de Chile.&nbsp;

&ldquo;Hace tiempo que estaba tratando de pensar en la imagen del polvo; c&oacute;mo los pintores habr&iacute;an de pintarlo, c&oacute;mo los fot&oacute;grafos lo han retratado&hellip; De repente se me ocurri&oacute; que quiz&aacute;s un cielo estrellado podr&iacute;a estar compuesto de polvo y pelusas&rdquo;. As&iacute; podr&iacute;an sintetizarse los varios meses de trabajo que llevaron al artista chileno <a href="https://www.instagram.com/pedroperopedro/">Pedro Albertini</a> (25) a presentar su exposici&oacute;n individual, titulada El horizonte de los pesimistas, abierta al p&uacute;blico hasta el 13 de julio en el Local 2 de la <a href="https://www.instagram.com/isabelcroxattogaleria/">Isabel Croxatto Galer&iacute;a</a>, Santiago. El camino recorrido hasta la inauguraci&oacute;n, sin embargo, se extiende mucho m&aacute;s all&aacute; de lo que cabe imaginar con esa afirmaci&oacute;n.&nbsp;

Como para muchos, el aislamiento producto del COVID-19 se convirti&oacute; en un punto de inflexi&oacute;n en la pr&aacute;ctica de Albertini. &ldquo;La pandemia fue como una manera de estar muy cerca de uno mismo&rdquo;, explica. &ldquo;Y creo que, &uacute;ltimamente, mi arte se ha tratado de lo que est&aacute; muy cerca del cuerpo y pasa desapercibido. Siento que en la pandemia se exacerb&oacute; mucho mi sentido de percepci&oacute;n de lo cotidiano&rdquo;.&nbsp;
Lo que comenz&oacute; con una fascinaci&oacute;n por los mosquitos &ndash;en pleno aislamiento, &uacute;nico contacto con el mundo exterior, tan min&uacute;sculos que es m&aacute;s f&aacute;cil o&iacute;rlos que verlos&ndash;, pronto se transform&oacute; en una especie de &ldquo;ejercicio carcelario&rdquo;, como &eacute;l lo denomin&oacute;: recolectar objetos de sus alrededores como polvo, boletas y peque&ntilde;os objetos met&aacute;licos que encontraba en el suelo. &Eacute;stos pronto fueron ganando espacio en sus obras, como las tuercas insertas en gel bal&iacute;stico de <a href="https://www.instagram.com/p/CqBTfNPuDWH/?img_index=1">Esquirla sin tallo</a><a href="https://www.instagram.com/p/CqBTfNPuDWH/?img_index=1"> (2023)</a>, la polilla gigante en la escultura <a href="https://www.instagram.com/p/CxBgILhuEn5/?img_index=1">Nacieron para estar de luto </a><a href="https://www.instagram.com/p/CxBgILhuEn5/?img_index=1">(2023)</a> o las moscas retratadas en la serie <a href="https://www.instagram.com/p/C0kSNeju4fD/?img_index=1">Cuerpos Casuales</a><a href="https://www.instagram.com/p/C0kSNeju4fD/?img_index=1"> (2024)</a>. &ldquo;Hay un t&eacute;rmino que acu&ntilde;&oacute; Duchamp que se llama &lsquo;lo infraleve&rsquo;; como una energ&iacute;a muy peque&ntilde;a, muy dif&iacute;cil de medir: la velocidad con la que crecen las u&ntilde;as o el pelo, el ruido que hace el polvo cuando se asienta&hellip;&rdquo;, se&ntilde;ala Albertini. &ldquo;Quiz&aacute;s para m&iacute;, m&aacute;s que lo dom&eacute;stico, mi trabajo tiene que ver con eso&rdquo;.

Tras su paso por <a href="https://www.instagram.com/cede_0440/">CEDE</a> en 2023, el artista fue invitado por <a href="https://www.instagram.com/isabelcroxatto/">Isabel Croxatto</a> para ser parte de su galer&iacute;a y exponer en solitario. All&iacute; comenz&oacute; un exhaustivo proceso de exploraci&oacute;n, b&uacute;squeda e investigaci&oacute;n, dado que &ndash;como se evidencia a trav&eacute;s de un r&aacute;pido repaso de su carrera hasta ahora&ndash; Albertini no posee una t&eacute;cnica o soporte art&iacute;stico definido. &ldquo;Me pas&oacute; que, cuando estaba en la universidad, no tom&eacute; ning&uacute;n curso pr&aacute;ctico&rdquo;, relata. &ldquo;La malla curricular de mi universidad no me exig&iacute;a tomar Pintura I, Pintura II, Grabado, Escultura en madera&hellip; Me fui m&aacute;s por Historia del Arte o Teor&iacute;a de la Imagen. Cuando sal&iacute;, me di cuenta de que no ten&iacute;a por d&oacute;nde partir; ten&iacute;a l&aacute;pices, ten&iacute;a pintura, pero siempre estaba la duda de cu&aacute;l era el formato&rdquo;.&nbsp;
La alquimia, de hecho, se volvi&oacute; una caracter&iacute;stica fundamental de su desarrollo tanto material como conceptual. &ldquo;Siento que mi trabajo es s&uacute;per hechizo&rdquo;, explica. &ldquo;Me gusta meterme a ocupar t&eacute;cnicas que no tengo o que desconozco, por lo que los resultados de mi trabajo son medio experimentales. Muchas de mis obras las hago en la cocina&rdquo;.&nbsp;
Seis meses antes de su apertura,&nbsp; El horizonte de los pesimistas iba a girar en torno a las alas de las moscas, las cuales ser&iacute;an fotografiadas mediante un antiguo proyector de pel&iacute;culas en 8mm. Tras una cadena de aciertos y desaciertos, Albertini conoci&oacute; una m&aacute;quina de impresi&oacute;n UV que, al estar fallada y no contar con tinta blanca, dejaba espacios vac&iacute;os en el producto final. Con ella en mente, durante un corto viaje a Estados Unidos tropez&oacute; con exposiciones de Man Ray &ndash;donde descubri&oacute; la t&eacute;cnica del fotograma, popularizada en los a&ntilde;os 40&ndash; y de la pintora hiperrealista Vija Celmins. &ldquo;Cuando vi sus obras &ndash;los cielos estrellados, la nieve cayendo, el mar&ndash; me dieron envidia por lo sutiles, lo elegantes y, a&uacute;n as&iacute;, impactantes que eran. Dije: &lsquo;Quiero hacer lo mismo, pero con fotograf&iacute;a&rsquo;&rdquo;.&nbsp;

De vuelta en el taller, Albertini reemplaz&oacute; los insectos por las pelusas. Arm&oacute; un improvisado cuarto oscuro y revel&oacute; decenas de &ldquo;im&aacute;genes de polvo&rdquo;, las cuales luego digitaliz&oacute; e imprimi&oacute; sobre catorce espejos de diversos tama&ntilde;os con aquella m&aacute;quina defectuosa. As&iacute;, en los lugares donde la acumulaci&oacute;n de polvo era suficiente, la superficie resultaba reflectante. &ldquo;Algo que me encanta de mi pr&aacute;ctica es cuando siento que invent&eacute; una t&eacute;cnica, cuando de repente la miro y digo: &lsquo;Nadie sabe c&oacute;mo hice esto&rsquo;".
El misterio, sin embargo, dura poco. &ldquo;Muchas veces me pasa que cuando hablo de mis obras tengo que hablar de c&oacute;mo las hice, contextualizando los problemas materiales como partes fundamentales del contenido de la obra&rdquo;, reflexiona. &ldquo;Explicar c&oacute;mo est&aacute; hecho mi trabajo le a&ntilde;ade capas conceptuales, sobre todo en la exposici&oacute;n de ahora, en que las im&aacute;genes que uno ve son el resultado de tres o cuatro procesos distintos que van desde lo m&aacute;s an&aacute;logo hasta t&eacute;cnicas s&uacute;per modernas. As&iacute;, las obras encuentran su raz&oacute;n de ser. A veces, me he dado cuenta de que la raz&oacute;n es como: &lsquo;La hice porque fue muy dif&iacute;cil hacerla&rsquo;&rdquo;. &nbsp;

A pesar de lo que el nombre podr&iacute;a insinuar, el universo de El horizonte de los pesimistas resulta dulce; melanc&oacute;lico, s&iacute;, pero tambi&eacute;n profundamente emocionante. De hecho, para Albertini &ndash;realista autoproclamado&ndash; el t&iacute;tulo representa una contradicci&oacute;n. &ldquo;El horizonte, tradicionalmente, es entendido como ese lugar &lsquo;m&aacute;s all&aacute;&rsquo; en que uno se proyecta, al que tiramos una flecha y despu&eacute;s caminamos. Y el pesimismo, en cambio, es entendido como la persona que no puede ver m&aacute;s all&aacute;, que va con la vista gacha, mirando el suelo, que es donde yo encuentro mis objetos de inter&eacute;s. El horizonte de los pesimistas no existe&rdquo;, dice.&nbsp;
Para este artista, el polvo es preciado; s&iacute;mbolo del paso del tiempo pero tambi&eacute;n de la renovaci&oacute;n. &ldquo;Estas im&aacute;genes en un momento dejaron de ser la silueta del polvo y se convirtieron en cuerpos celestes, en fotos del espacio&hellip; lo que estaba en el suelo se transform&oacute; en el cielo. Lo que era una vista gacha ahora es una mirada en alto, al vac&iacute;o, donde se puede perder o encontrar con la de uno mismo. Si el horizonte de un pesimista no existe, eso es lo que yo trat&eacute; de hacer: d&eacute;mosle un horizonte a los pesimistas. Quiz&aacute;s ese horizonte es levantar la vista y mirar el cielo &ndash; el polvo viene del suelo, las im&aacute;genes se parecen al cielo. &iquest;Qu&eacute; pasa si el pesimista levanta los ojos? &iquest;Es el cielo tan profundo como el suelo? &iquest;Se puede so&ntilde;ar ah&iacute;?&rdquo;.&nbsp;

Al fin y al cabo, las obras de Albertini son espejos y, como advierten los versos de Clarice Lispector <a href="https://privateviews.artlogic.net/2/1a8c01654fb9dbf3299296/">citados en el texto de la exposici&oacute;n</a>, pueden f&aacute;cilmente transformarse en el objeto que reflejan. Cada uno sabr&aacute; qu&eacute; encuentra al momento de enfrentarse a ellas. &iquest;Polvo? &iquest;Estrellas? &iquest;La propia mirada? El desaf&iacute;o es descubrirlo. &ldquo;Me gusta que las obras ya no est&eacute;n en mi taller&rdquo;, concluye Albertini. &ldquo;Que est&eacute;n viendo otra luz y que se vayan llenando de otros polvos, y ya no sea mi trabajo limpiarlos&rdquo;.&nbsp;

Pedro Albertini, infraleve

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